domingo, 26 de agosto de 2012

EL MITO DE LAS OPOSICIONES (I)


Aprobar una oposición es digno de alabanza. Vaya por delante mi reconocimiento a todas aquellas personas que se proponen objetivos meritorios - da igual en qué campo - y los alcanzan en virtud de su tesón, capacidad y trabajo. 

Pero una oposición es, al fin y al cabo, un modo de seleccionar personal cuando la demanda de empleo supera la oferta de plazas. Los que las superan demuestran estar más cualificados que sus rivales en esa convocatoria y para ese sistema de evaluación. En los servicios públicos que emplean gran número de interinos, dígase Sanidad y Educación, siempre han existido tensiones a cuenta del tipo de examen. Los interinos tradicionalmente han exigido que se premie la experiencia docente y han alegado que trabajar les resta tiempo y descanso para opositar. De hecho, ciertas convocatorias en el pasado estuvieron configuradas para dar plaza a los veteranos de la interinidad... Es un equilibrio delicado el que debe hallar el sistema para, por un lado, premiar a un colectivo del que abusa y sobre el que se mantiene - ¿Qué empresa, que no sea el Estado en cualquiera de sus formas,  puede tener personal contratado durante lustros sin hacerlo fijo? - y, por otro, brindar oportunidades a los recién salidos de las universidades.

En realidad, el éxito de un sistema educativo tiene mucho que ver con la calidad de su profesorado, entre otras variables. Uno de los países más admirados, Finlandia, asegura que éste es uno de los pilares de su éxito. Y, sin embargo, en este país no hay oposiciones a la enseñanza ni funcionarios  docentes ¿Cómo lo hacen entonces? Limitando el acceso al Magisterio, de manera que sólo los mejores estudiantes puedan cursar la carrera. Allí es más complicado entrar en Magisterio que en Medicina. En Finlandia se trata de una carrera exigente, con una fuerte preparación en Pedagogía y muchas horas de práctica supervisadas. En función de la especialización, enseñan en Primaria o Secundaria, pero todos estudian Magisterio. Cuando terminan la carrera, son contratados directamente por los colegios en función de su currículum y de una entrevista personal. Esto permite a los centros seleccionar a su personal en función de un perfil establecido.

En España, por el contrario, Magisterio es el refugio de estudiantes que no pueden acceder a otras carreras o que fracasan en ellas. En sus aulas convive la vocación con la resignación. Además, casi desde cualquier titulación universitaria se puede acceder a la docencia en ESO y Bachillerato. De este modo, titulados universitarios que no pueden desempeñar trabajos directamente relacionados con sus estudios, hallan en la educación una salida. Resultado: una gran demanda para una escasa oferta laboral y más oportunismo que vocación. Y, como es sabido, la autonomía de los centros públicos para seleccionar a sus docentes es escasa.

La Concertada parte de la misma situación inicial que la Pública, con la diferencia de que sí puede seleccionar a sus profesores. Esta selección suele hacerse, como en Finlandia, en función del currículum y una entrevista personal. Normalmente se comienza a trabajar en contratos cortos de sustitución de profesorado, lo que permite al centro conocer al nuevo docente. Si la experiencia es satisfactoria, es posible que en el futuro consiga plaza en el colegio; en otro caso, simplemente no te vuelven a llamar. Indudablemente, el proceso de selección de profesorado en la Concertada no se basa en los intereses de los demandantes de empleo, ni busca ser equitativo con ellos al modo de la Pública, sino que antepone las necesidades del centro y está en función de la capacidad de trabajo del aspirante.

Siempre me ha llamado la atención que ciertos defensores de la Pública se rasguen las vestiduras por esto, pero cuando entran a un banco, por poner un ejemplo, la persona que les atiende ha sido contratada del mismo modo que un maestro/profesor de la concertada... y nadie se cuestiona la capacidad del empleado para desarrollar su trabajo. Las empresas privadas de este país contratan de este modo.

A colación de este tema, les cuento una anécdota. Mi centro contrató durante dos semanas a un profesor nuevo, un hombre joven y agradable con un buen expediente, para cubrir un permiso de paternidad. Una de sus tareas consistió en vigilar a una clase durante un examen y el buen muchacho no tuvo otra ocurrencia que leer el periódico en el aula. Fue descubierto. No se le dijo nada, pero no volvió a trabajar con nosotros. Recientemente me lo encontré en un centro comercial. Me contó que le iba muy bien, que ahora estaba en la pública, en un pueblo cercano. Me alegré sinceramente por su suerte, pero no pude evitar preguntarme si aún leía el periódico en los exámenes...

El éxito o fracaso de un colegio concertado está en relación directa con la capacidad y el trabajo desarrollado por sus profesores. El futuro del centro depende de la calidad educativa que ofrece. Si ésta no supera a los colegios públicos de su zona, simplemente perderá alumnos y unidades hasta desaparecer; en otras palabras, los profesores perderán su puesto de trabajo. Por el contrario, en un colegio público perder alumnos y unidades no supone una amenaza laboral, todo lo más la molestia de ser trasladado a otro sitio.

A lo largo de estos años, algunos compañeros decidieron preparar oposiciones e irse a la pública. Todos los que se lo propusieron están hoy en institutos públicos. Sacar una oposición es cuestión de tiempo. Muchos de los que abandonan es porque les acucia la necesidad de ganarse la vida, así que no pueden opositar indefinidamente. Pero si estás en la concertada y realmente quieres cambiar a la pública, no hay prisas. Los profesores y maestros de la concertada están ahí porque así lo quieren.

Para terminar, unas reflexiones.
  • Muchos de las políticos y sindicalistas que defienden la pública llevan a sus hijos a colegios privados y concertados, ¿Por qué?
  • Los funcionarios públicos pueden eligir un sistema de sanidad privado sin coste, ¿Por qué?
  • A los que no somos funcionarios públicos se nos obliga a la escuela y sanidad pública, o en otro caso pagar de nuestros esquilmados ingresos servicios privados, ¿Por qué?
  • Una escuela totalmente privada y bilingüe en Sevilla cuesta mil euros menos que un puesto escolar en la Pública, ¿Por qué?
  • Un funcionario público disfruta de unas condiciones laborales y salariales mejores que otro trabajador no funcionario en un organismo sostenido también con fondos públicos y bajo las misma normativa, ¿Por qué?

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